domingo, 8 de diciembre de 2019

'El giro: de cómo un manuscrito olvidado contribuyó a crear el mundo moderno' por Stephen Greenblatt

Por Ángel J. Traver Vera
Este libro es, en mi opinión, un acierto editorial, que demuestra, de un lado, la perspicacia de su autor, actualmente en posesión de la cátedra John Cogan de la Universidad de Harvard, y, de otro, lo útil y deseable que resulta la simbiosis entre la investigación filológica y el ensayo histórico de carácter divulgativo. La cuestión de la importancia de Lucrecio para la civilización occidental estaba esperando a que alguien la cogiera, por así decirlo, como a su obra, el De rerum natura, de los anaqueles del monasterio de Murbach, allá por el año 1417. Desde que la edición magistral de H. Lachmann apareciera en 1850 los artículos, monografías y traducciones de Lucrecio se han multiplicado, hasta tal punto que el Année Philologique recoge sólo una parte de todo lo que se investiga sobre este singular y polémico poeta romano. En particular, los estudios sobre su tradición clásica, ya literaria, ya filosófica, ya científica, han creado un corpus bibliográfico notable, que ha hecho posible la redacción erudita de esta obra.

En el “Prólogo” Stephen Greenblatt explica por qué ha escrito la obra. Aunque su trayectoria profesional, como profesor y crítico de Literatura Inglesa, ha estado muy ligada a la figura de W. Shakespeare (p. 15), interesa aquí saber que Greenblatt es cofundador de la corriente de investigación denominada “Neohistoricismo”. Ésta defiende que una obra literaria es fruto del contexto más que una creación aislada, por lo que es necesario conocer las circunstancias que rodearon su redacción para comprenderla cabalmente. Aparte de que esta concepción haya influido en la elección del tema, dado el extraordinario impacto que supuso la rehabilitación de Epicuro y el redescubrimiento del De rerum natura de Lucrecio para la cultura renacentista, Greenblatt recuerda cómo la lectura fortuita de Lucrecio en sus años universitarios le liberó del miedo a la muerte que su madre le había infundido desde la infancia (pp. 11-13) y cómo, en paralelo, el redescubrimiento del De rerum natura, debido a Poggio Bracciolini, supuso un cambio en la deriva cultural de Europa (pp. 17-19). De ahí el título de El giro, pues, en efecto, la física epicúrea cantada por Lucrecio contribuyó a superar el Aristotelismo más que ninguna otra corriente de pensamiento. En este sentido, Greenblatt eleva a Lucrecio justamente al pódium de los campeones del progreso, como Nicolás Copérnico, Isaac Newton o Albert Einstein.

El capítulo primero (pp. 21-28), “El buscador de libros”, recrea la estadía y las visitas a diversos monasterios del secretario pontificio Poggio Bracciolini por los alrededores de Contanza, al sur de Alemania, con ocasión del concilio de mismo nombre (1414-18). El segundo (pp. 29-51), titulado “El momento del hallazgo”, rememora la obsesión de los humanistas italianos, ya desde Francesco Petrarca, por recuperar manuscritos de autores grecolatinos de las garras del olvido y los obstáculos que éstos encontraban en los monasterios donde se custodiaban semejantes tesoros, a veces en condiciones lamentables. Aunque antiquísimos, eran textos profanos y heréticos. Y el De rerum natura era, sin duda, el que más. Por eso, su redescubrimiento, posiblemente en el monasterio de Fulda, debe considerarse un auténtico “milagro laico” (García Calvo 1997: 16-17), pues argumentaba convincentemente la mortalidad de alma y negaba la providencia divina.

Terminados los dos capítulos iniciales, que conforman un apartado introductorio sobre el contexto del hallazgo, Greenblatt explica entre los capítulos tercero y octavo, sirviéndose de la analepsis, los antecedentes históricos, los fundamentos del Epicureísmo como filosofía inspiradora del poema y los avatares de su transmisión manuscrita, desde su redacción, en torno al 50 a.C., hasta el hallazgo por Poggio en 1417. Y, así, el tercero (pp. 53-76), “En busca de Lucrecio”, relaciona los encendidos elogios que ya los autores latinos, coetáneos unos, como Cicerón, y posteriores otros, como Ovidio, tributaron al poeta epicúreo, sobre quien, no obstante, cayó una suerte de conjura de silencio (Farrington 1939: 191-217). Poco se sabe, en efecto, de su vida. Los escritores latinos callan y san Jerónimo, como padre de la Iglesia, transmite una semblanza tan ben trovata de locura de amor, bebedizo y suicidio que resulta poco verosímil. En el cuarto (pp. 77-100), “Los dientes del tiempo”, Greenblatt reflexiona sobre los estragos que el discurrir de los siglos hizo en el legado grecolatino, víctima de un soporte muy perecedero, el papiro, del fanatismo religioso y de accidentes desafortunados, como el incendio de la emblemática biblioteca de Alejandría. Con todo, el sublime poema de Lucrecio pervivió completo y con él la mejor exposición de la filosofía epicúrea, que defendía, por encima de imposiciones teológicas, el estudio científico de la naturaleza. Y fue la Iglesia, confiada en la verdad de Cristo, quien lo preservó, pese a contener tesis heréticas. El capítulo quinto (pp. 101-20), “Nacimiento y renacimiento”, se centra en la biografía de Poggio Bracciolini, prestando especial atención a su formación como scriba en Florencia y a su fundamental participación junto con Coluccio Salutati en el diseño claro y redondeado de la letra humanística por la que ganó gran prestigio como escribano. En “La fábrica de mentiras” (pp. 121-36) Greenblatt trae a la memoria el ascenso de Poggio en la insidiosa curia papal hasta ocupar el anhelado cargo de secretarius domesticus del (anti)papa Juan XXIII y cómo reflejó aquel intrigante ambiente en sus Facetiae (“anécdotas”). Con el título de “Una trampa para cazar zorros” (pp. 137-57), el capítulo séptimo refiere, primero, la admiración de Poggio, común a todos los humanistas italianos, por los vestigios de la antigua Roma; luego, la complicada situación del papado durante el Cisma de Aviñón, que desembocó en el Concilio de Constanza (1414-18); y, por último, la persecución de las herejías, cuyos ejemplos más significativos fueron la condena a muerte del reformador Jan Hus durante el propio concilio (1415) y la destitución de Juan XXIII como papa, acusado entre otras cosas de epicúreo (p. 149). Curiosamente, dos años más tarde, Poggio redescubriría el manuscrito de Lucrecio, estando aún el sínodo vigente. El último capítulo de este apartado central se titula “Las cosas como son” (pp. 159-75). Es un sílabo comentado —y muy oportuno— de los postulados epicúreos recogidos en el De rerum natura. Muchos eran auténticas aberraciones para la doctrina cristiana, como “el universo no tiene creador ni ha sido concebido por nadie”, “el alma muere” o “no existe el más allá”. Sin embargo, el atractivo poético de la obra era irresistible y buena prueba es "El nacimiento de Venus" de Sandro Botticelli, quien parece haberse inspirado en el himno inicial a Venus del De rerum natura. Esta excelencia de su ars poetica debió de preservarlo, sin duda, de la desaparición, por más que méritos no le faltaran (p. 175).

El último apartado ocupa los capítulos del noveno al undécimo. En ellos Greenblatt rastrea los hitos del impacto del De rerum natura en la cultura occidental. “El regreso” (pp. 177-89) cuenta cómo, a pesar de estar ya descubierto, el texto pasó por una suerte de cuarentena hasta que comenzaron a circular copias manuscritas y darse a conocer. Poggio envió desde Constanza el apógrafo del De rerum natura a su amigo florentino Niccolò Niccoli y éste se demoró por más de catorce años en devolvérselo, de forma que su difusión se postergó al menos hasta 1431. Tras este lapsus, la impronta de Lucrecio en la literatura, el arte, la filosofía y la ciencia fue significativa e imparable. El capítulo décimo, “El giro” (pp. 191-208), muestra esto mismo: Nicolás Maquiavelo, Marsilio Ficino, Lorenzo Valla, Tomás Moro, Américo Vespucio o Giordano Bruno fueron en mayor o menor medida influenciados por el epicureísmo de Lucrecio. Todos eran figuras señeras del Renacimiento. Sus obras refundieron el ideario lucreciano, a veces sincretizándolo con el cristianismo, a veces realzándolo en obvia rebeldía, como hizo Bruno y pagó con su vida. Cierra el libro el capítulo “Vidas después de la vida” (pp. 209-25), donde Greenblatt ahonda en la proyección del De rerum natura, contra los desvelos inquisitoriales, en escritores, filósofos y científicos de la talla de Michel de Montaigne, Francisco de Quevedo, Francis Bacon, Galileo Galilei, Pierre Gassendi o Thomas Jefferson. No obstante, destaca en él y a modo de conclusión la influencia determinante del Atomismo epicúreo, gracias a la detallada exposición de Lucrecio, en la revolución científica del siglo XVII. La obra está escrita en un estilo claro, con el nervio de quien está entusiasmado por el tema y, a veces, con la intriga propia de una novela. Está, además, muy bien documentada. Las “Notas”, por ejemplo, contienen multitud de referencias bibliográficas, que prueban un manejo directo de las fuentes académicas. Y, aunque no están a pie de página —con buen criterio, pues el libro es divulgativo—, ofrecen también aclaraciones históricas y reflexiones personales que le confieren el rigor propio de un trabajo de investigación. Un simple vistazo a la nómina de lucrecianistas (Bailey, Clay, Dionigi, Fleischmann, Flores, Hadzsits, Müller o Sedley, entre otros) que aparece en la “Bibliografía selecta” basta para percatarse de que Greenblatt ha utilizado los estudios ineludibles del tema. Por lo demás, el “Índice analítico" es exhaustivo y la breve reseña de “Agradecimientos” reconoce a multitud de colegas su colaboración, entre los que se cuentan Ph. Hardie, coeditor de The Cambridge Companion to Lucretius (2007), y Ada Palmer, quien en breve publicará una monografía titulada Reading Lucretius in Renaissance (2014).

Pocos son los pecados en esta obra: se echan en falta algunos nombres en la bibliografía, como el de M.D. Reeve, autor de artículos fundamentales sobre la tradición manuscrita del De rerum natura; el de Ch. Goddard, autora de una tesis inédita (Epicureanism and the poetry of Lucretius in the Renaissance, Cambridge: 1991) y varios artículos sobre la influencia del poeta romano en humanistas y científicos como G. Pontano y G. Fracastoro, o el de Valentina Prosperi, cuya monografía, Di soavi licor gli orli del vaso: La fortuna di Lucrezio dall'Umanesimo alla Controriforma (2004), puso de manifiesto las precauciones que los autores renacentistas tomaban, en forma de condenas prologales (damnationes Lucretii), para sortear la censura eclesiástica cuando comentaban el De rerum natura.

Greenblatt descarta, como posibilidad, que Poggio encontrara el manuscrito lucreciano en Murbach. Sólo alude al cenobio de Fulda (pp. 46- 49). Sin embargo, tradicionalmente se ha considerado a Murbach el mejor candidato, al menos desde que H. Bloch (1901: 271) lanzara la hipótesis y, sobre todo, después que M. Manitius (1935: 42) comprobara su presencia en un catálogo medieval, cosa que no ocurre en Fulda.
Al hilo de la condena a muerte de G. Bruno por la Inquisición romana, tal vez, habría sido acertado mencionar dos antecedentes: Aonio Paleario, autor de un poema didáctico en hexámetros latinos, a imitación de Lucrecio, de título De animorum inmortalitate (1536), por el que fue ahorcado; y Marcelo Palingenio, quien también fue ejecutado por su poema heterodoxo Zodiacus vitae (ca. 1535-36), de reminiscencias asimismo lucrecianas.
Al rememorar la vida de Poggio Bracciolini (esp. pp. 186-89), Greenblatt olvida su etapa en Nápoles, entre los años 1442 y 1453, durante el reinado aragonés de Alfonso V “el Magnánimo”. Estando al servicio del monarca hispano, Poggio formó parte del Círculo Alfonsino junto con otros humanistas, como Antonio Beccadelli y Lorenzo Valla —con quien mantuvo una enconada enemistad. Este liceo fue germen de eminentes humanistas que admiraron a Lucrecio, como G. Pontano, M. Marullo, J. Sannazaro o A. Marsi, “detto l’Epicuro napolitano”.

En definitiva, que una obra tan cargada de “lasicidad” sea un best seller en Estados Unidos y Europa y que haya merecido los prestigiosos premios National Book Award (2011) y Pulitzer (2012) prueba, amén de excelencia, la vigencia e interés por la Cultura Clásica. Debe, en este sentido, animarnos, como filólogos clásicos, a continuar con nuestra labor en tiempos tan adversos, más, si cabe, cuando las Humanidades son minusvaloradas por una sociedad cautiva de la tecnología. Conviene recordar, en este sentido, que Epicuro y Lucrecio han contribuido, aunque pase desapercibido, a conformar la ciencia moderna y las democracias sociales europeas. Basta pensar en Francis Bacon o Karl Marx, entre otros. Y todavía pueden aportar más: su amor a la naturaleza, su teología liberadora y su sincera invitación a la amistad pueden resultar muy útiles a nuestra sociedad.

Referencias bibliográficas:

  • Bloch, H. “Ein karolingischer Bibliothekskatalog aus Kloster Murbach.” Strassburber Festschrift zur 46. Versammlung deutscher Philologen und Schulmänner (1901): 274-282.
  • García Calvo, A. T. Lucreti Cari: De rerum natura (edición crítica y versión rítmica). Zamora—Madrid: Lucina, 1997.
  • Farrington, B. Science and Politics in the Ancient World. London: G. Allen & Unwin ltd., 1939.
  • Manitius, M. Handschriften Antiker Autoren in Mittelalterlichen Bibliothekskatalogen. Leipzig: Harrassowitz, 1935.


    "El Giro: De cómo un manuscrito olvidado contribuyó a crear el mundo moderno"
    Stephen Greenblatt
    (Trad. castellana de J. Rabasseda y T. De Lozoya).
    Barcelona : Ed. Crítica, 2012, 319 pp. ISBN: 978-8498924121.

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  • martes, 3 de diciembre de 2019

    ¿Qué es un escéptico?

    El escepticismo es también importante para el divulgador, como muestra este escrito, tomado de Skeptic, publicación trimestral de la Sociedad de Escépticos (www.skeptic.com/), "dedicada a la investigación de las aseveraciones extraordinarias, ideas revolucionarias y la promoción de la ciencia y el pensamiento crítico". Traducción de El muégano divulgador.

    ¿Qué significa ser escéptico? Algunas personas creen que el escepticismo es el rechazo a ideas nuevas, o peor, confunden "escéptico" con "cínico" y piensan que los escépticos son un montón de cascarrabias enojones que se niegan a aceptar cualquier aseveración que cuestione al status quo. Esto es un error. El escepticismo es un enfoque que toma a las afirmaciones como algo provisional. Es la aplicación de la razón a cualquier idea y a todas ellas -no se permiten las vacas sagradas. En otras palabras, el escepticismo es un método, no una posición. Idealmente, los escépticos no comienzan una investigación cerrándose a la posibilidad de que un fenómeno pueda ser real o que una aseveración pueda ser verdadera. Cuando decimos que somos "escépticos", queremos decir que necesitamos ver pruebas convincentes antes de creer. Cuando oímos una aseveración insólita, decimos "qué bien; ahora demuéstralo".

    El escepticismo tiene una larga tradición histórica que se remonta a la antigua Grecia, cuando Sócrates afirmó: "sólo sé que no sé nada". Pero esta posición pura es estéril e improductiva, y prácticamente nadie la mantiene. Si uno es escéptico respecto a todo, tendría que ser escéptico respecto a su propio escepticismo. Como la partícula subatómica que decae, el escepticismo puro se deshilvana y sale de la pantalla de visión de nuestra cámara de niebla intelectual.

    El escepticismo moderno se encuentra encarnado en el método científico, que requiere la recolección de datos para formular explicaciones naturalistas y verificables de los fenómenos naturales. Una aseveración se convierte en un hecho cuando está confirmada a tal grado que es razonable aceptarlo temporalmente. Pero en ciencia todos los hechos son provisionales y están sujetos a impugnación, y por tanto el escepticismo es un método que conduce a conclusiones provisionales. Algunas pretensiones, como que se puede hallar agua usando una varita, la percepción extrasensorial y el creacionismo, se han sometido a prueba (y han fallado) con la suficiente frecuencia como para que podamos concluir provisionalmente que no son válidos. Otras, como la hipnosis, el origen del lenguaje y los agujeros negros, se han sometido a prueba pero los resultados no son concluyentes, así que debemos continuar formulando y probando hipótesis y teorías hasta que alcancemos una conclusión provisional.

    La clave del escepticismo es aplicar continua y vigorosamente los métodos de la ciencia para navegar por las aguas traicioneras que median entre el escepticismo de "no saber nada" y la credulidad de "todo vale". Hace más de tres siglos el filósofo y escéptico francés René Descartes, luego de una de las depuraciones escépticas más completas en la historia del intelecto, concluyó que sabía una cosa con seguridad: cogito ergo sum -pienso, por tanto existo. Pero tal vez la evolución nos diseñó para funcionar al revés. Los humanos evolucionaron para ser animales que buscan patrones e infieren causas, moldeados por la naturaleza para encontrar relaciones significativas en el mundo. Quienes eran mejores para ello dejaron más progenie. Nosotros somos sus descendientes. En otras palabras, ser humano es pensar. Para parafrasear a Descartes: sum ergo cogito -existo, por tanto, pienso.

    La Sociedad de Escépticos y la revista Skeptic investigan las afirmaciones hechas por científicos, historiadores y figuras controvertidas sobre una amplia variedad de teorías y conjeturas que incluyen (pero no se limitan a) evolución, creacionismo, cultos, religión, revisionismo del holocausto, afrocentrismo extremo, teorías de conspiraciones, experiencias cercanas a la muerte y de salida del cuerpo, criónica, vida después de la muerte, brujería y cacerías de brujas, histeria de masas, mitos urbanos, hipnosis y estados alterados de la conciencia, diferencias entre ciencia y seudociencia y entre historia y seudohistoria, magia y lo paranormal, uso y abuso de la teoría y la estadística, el papel del escepticismo, afirmaciones médicas y psiquiátricas, el campo de aplicación y limitaciones de la ciencia y la tecnología, cuestiones de género y raza en la ciencia, la sociedad y la historia; genio e inteligencia; influencias culturales en la ciencia e influencias científicas en la cultura; capacidades y limitaciones de la mente y el cuerpo humanos; fraude y falsificaciones científicas y académicas, y muchos otros asuntos.

    En lo que se refiere a las afirmaciones, hipótesis, teorías e ideologías examinadas por la Sociedad de Escépticos, la organización adopta el punto de vista de Baruch Spinoza, el filósofo holandés del siglo XVII: "He hecho un esfuerzo incesante para no ridiculizar, no lamentarme, no escarnecer las acciones humanas, sino para entenderlas".

    En lo referente a su procedimiento para examinar todas las afirmaciones, la Sociedad de Escépticos usa el método científico, desarrollado originalmente en los siglos XVI y XVII. Al tiempo que reconoce las limitaciones e influencias socioculturales de la ciencia, la sociedad adopta la filosofía de Albert Einstein: "Toda nuestra ciencia, comparada con la realidad, es primitiva e infantil -y sin embargo, es lo más valioso que tenemos".

    El lector interesado puede encontrarse información sobre la Sociedad de Escépticos (Skeptics Society) o la revista Skeptic en la dirección de correo electrónico skepticmag@aol.com, o en la página web www.skeptic.com/


    El Muégano Divulgador, boletín mensual para divulgadores. Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM. 3er. piso de Universum, zona cultural, Ciudad Universitaria, Coyoacán, México DF. Tel. 56-22-72-92 y 93. muegano@universum.unam.mx

    domingo, 1 de diciembre de 2019

    Rocío Vidal: “Los antivacunas o negacionistas del cambio climático amenazan a la sociedad”

    Por Miguel Muñoz

    Entrevista a la periodista científica y divulgadora en el canal de Youtube "La Gata de Schrodinger".

    En septiembre publicó su primer libro: "¡Que le den a la ciencia! Supersticiones, pseudociencias, bulos… desmontados con pensamiento crítico." Rocío Vidal

    La periodista y divulgadora Rocío Vidal, autora del canal de Youtube La Gata De Schrodinger. / Instagram @lagatadeschrodinger

    Periodista, publicista y especializada en la divulgación científica. En su canal de Youtube, La Gata de Schrodinger, cuenta con más de 230.000 suscriptores. Algunos de sus vídeos superan el millón de visualizaciones. En ellos se dedica a divulgar la ciencia pero de una manera amena y diferente, con un toque de humor y adaptada al mundo digital de esta red. Lo hace con una marcada crítica social y presenta temas para fomentar el pensamiento y la curiosidad del público, como las pseudociencias, las creencias, el feminismo, la conciencia social y ambiental, etc. Rocío Vidal (Castellón, 1993) publicará el próximo mes de septiembre su primer libro: ¡Que le den a la ciencia! Supersticiones, pseudociencias, bulos…desmontados con pensamiento crítico (Editorial Plan B). De su trabajo, Vidal, charla vía telefónica en esta entrevista con cuartopoder.es.

    – ¿Cómo empezaste a dedicarte al periodismo científico? ¿Cómo decidiste abrirte un canal de Youtube para divulgar?

    – Lo del periodismo científico era algo que tenía claro prácticamente desde primero de carrera. No sabía en concreto si me dedicaría al científico pero si quería un periodismo especializado. A lo largo de la carrera me fui dando cuenta de que al final la ciencia responde muchas preguntas. Al ver también la poca información científica o lo poco que llega a la población en general, me decidí por esa rama. Hice el Máster de Comunicación científica después. En cuanto al canal de Youtube, yo empecé trabajando para empresas externas pero al quedarme en un momento dado sin trabajo, vi la oportunidad. Yo quería dedicarme a un proyecto propio, por mi cuenta y sin intermediarios. Quería tratar los temas que me apasionan y decidí probar abriéndome un canal en Youtube. Como no esperaba tener mucho éxito, porque pensaba que la ciencia no era algo de público masivo, mi objetivo era que funcionara como portafolio para empresas o medios de comunicación. Que me sirviera como ventana al exterior. Pero pasados unos meses vi que me iba muy bien. Empezó entonces a dejar de ser un medio para ser un fin. Desde entonces hasta ahora.

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    – Entiendo que eras seguidora de canales de Youtube y viste que había hueco en divulgación científica.

    – Vi que estaban creciendo mucho los canales. Yo conocía a grandes divulgadores como Quantum Fractum, Javier Santaolalla, o C de Ciencia. Pero veía un hueco porque ellos trataban sobre todo temas de física. Yo quería tratar otros temas. No sabía desde el principio que quería desmontar pseudociencias o este tipo de enfoques pero me fui dando cuenta que era lo que más me gustaba.

    – Presentas ahora tu primer libro. ¿Qué podemos encontrar? ¿Es una recopilación de los temas que has sacado en vídeo?

    – Hay temas que sí he tocado en mi canal pero la profundidad con la que lo haces en un vídeo de 10 minutos no se puede comparar con hacerlo en varias páginas. En el libro he analizado las tendencias actuales en cuanto a pseudociencias, religiones, supersticiones, etc. Hago un análisis de la sociedad occidental de hoy en día y cómo nos hemos dirigido por estas tendencias que al final son el reflejo de una sociedad new age o espiritual pero alejada de la religión católica. Hago análisis pero como en los vídeos, con mucho humor. Tiene también muchas ilustraciones. Creo que es muy divertido, he intentado hacerlo lo más dinámico posible, de una forma parecida a lo que hago con los vídeos.

    – ¿Cuáles crees que son los bulos o supersticiones más extendidas en la sociedad actual?

    "La homeopatía es el reflejo básico de este tipo de tendencias pseudocientíficas"

    – Hay distintas vertientes. Hay una parte inocua que refleja un poco la sociedad de hoy en día, esta espiritualidad new age que conlleva toda una serie de prácticas: astrología, numerología, reiki, etc. Todo está un poco ligado al bienestar personal, a la individualidad del ser humano en vida y este tipo de cosas alejadas de la religión. Pero por otro lado tenemos otra serie de prácticas que van ligadas en parte a este descrédito de la ciencia. Pueden ser el movimiento antivacunas o el negacionismo del cambio climático, que también los trato en mi libro. Eso puede ser más peligroso y amenaza varios pilares de la sociedad. Por ahí en medio está la homeopatía como reflejo básico de este tipo de tendencias pseudocientíficas.

    – Supongo que una de las causas por las que crecen este tipo de teorías es el mayor acceso a la información hoy en día. ¿Hay otros motivos?

    – El acceso a la información hace que cualquier tipo de práctica pueda tener sus seguidores y se difunda a niveles que antes no se podía. Igualmente el pensamiento mágico siempre ha existido. Lo que pasa es que ahora tiene más visibilidad por lo que nosotros le damos, denunciándola también. Esto es un tira y afloja. Tenemos mucha más voz también las personas que denunciamos este tipo de prácticas. Es el reflejo de una sociedad huérfana de religión que necesita creer en otro tipo de cosas. Al final el ser humano necesita creer en algo. Si no es en que Dios está guiando nuestras vidas y lo que está bien o mal, podemos creer en que hay energías mágicas, que el universo nos está respondiendo o también toda la fiebre de la felicidad, todo esto de tener que conseguir la felicidad a toda costa. Es otro tipo de religión donde te pones tus reglas pero es una forma de ser.

    – No tienes miedo a debatir con personas muy alejadas de tus pensamientos. Te hemos visto debatir sobre religión con personas creyentes o pasar horas con terraplanistas. ¿Cómo afrontas este tipo de conversaciones?

    – Debatir sobre religión es muy fructífero. Queramos o no la religión es algo dominante en nuestras vidas y los ateos somos minoría. Es muy interesante conocer las perspectivas de otra persona. Hay un salto cualitativo en cuanto a debatir con terraplanistas, tampoco nos vamos a engañar. Pero como me mueve el afán por conocer las motivaciones de esas personas, qué falla en el sistema educativo para que cada vez movimientos como el terraplanismo tengan más adeptos. Hay que preguntarse cosas más allá y la curiosidad hace que me pueda sentar con casi cualquier persona a hablar sobre cualquier tema. Todo tiene límites pero casi siempre es enriquecedor.

    – Mencionabas antes la homeopatía. Tengo la sensación de que está creciendo, con la excusa de criticar a las grandes farmacéuticas, el seguimiento a estos productos. Sobre todo, además desde personas de izquierda alternativa o política. En este sentido, ¿qué piensas sobre el papel de la izquierda en el pensamiento científico y ante este tipo de pensamientos?

    "Echo de menos esa izquierda racional y científica que se superpone a ese pensamiento mágico"

    – El PSOE ha tenido aspectos en políticas científicas muy buenos. En gran parte últimamente por la entrada del ministro Pedro Duque. Pero cuando vamos a la izquierda como Podemos, algo más antisistema, ese pensamiento anti grandes empresas y demás se puede trasladar a un pensamiento anticientífico, antifarmacéuticas, antitransgénicos, etc. Se pierde un poco la perspectiva, en mi opinión. Eso lo he criticado muchas veces, también lo hago en el libro. Me sabe mal porque echo de menos esa izquierda racional y científica que se superpone a ese pensamiento mágico. La izquierda siempre ha sido crítica con la religión y el pensamiento mágico pero por otro lado se acoge a ese tipo de pensamientos anticientíficos. El tema de la homeopatía es curioso porque se critica a las grandes farmacéuticas pero, ¿quién son los que llevan la homeopatía? Son multinacionales que están viviendo a costa de este tipo de medicamentos con coste cero prácticamente. No tienen que invertir en investigación porque no tienen nada detrás. La homeopatía no la cultiva mi abuelo en su huerto, son grandes farmacéuticas que ganan miles de millones de euros.

    – ¿Cómo es divulgar en las redes sociales? Hay una especie de mundo paralelo dentro de Youtube, con los youtubers, los influencers…Ha surgido una industria de la cual es posible vivir. ¿Cómo es este nuevo mundo? ¿Qué tipo de gente te sigue?

    – A mi me sigue todo tipo de gente. Creo que tengo seguidores con un poco más de edad de media que lo pueda tener Quantum Fractum por ejemplo. Él divulga física y tiene muchos estudiantes de la ESO o Bachillerato. Creo que yo tengo un público más mayor aunque igualmente tengo público muy joven. Tú empiezas el canal con la idea de divulgar las cosas que te gustan o despertar la curiosidad de la gente. Pero te acabas convirtiendo en una figura pública a la que la gente quiere seguir. A Rocio Vidal, más allá de La Gata de Schrodinger. Eso implica también que tienes que estar activa en Twitter, en Instagram, que la gente quiera saber cómo es tu vida, tu día a día. Cada uno pone sus límites de lo que muestra o no a la gente. Hay que encontrar el equilibrio. Mi objetivo es divulgar un tipo de información pero es verdad que creo mucha más comunidad si también muestro cómo soy yo y la persona que hay detrás. Es curioso porque por un lado está la exposición pública que tiene muchos contras y a la que te tienes que acostumbrar pero por otro lado está muy bien ver que la gente valora tanto lo que dices, te apoya. Al final no eres un influencer que tenga que estar mostrándolo todo 24 horas al día, pero sí hay una parte de crear comunidad y mantenerla de la que no hay que olvidarse.

    "Mi objetivo es divulgar un tipo de información pero es verdad que creo mucha más comunidad si también muestro cómo soy yo y la persona que hay detrás"

    – Luego está la parte negativa como insultos que puedas recibir. Hace poco te hackearon la cuenta de Twitter. ¿Cómo sobrellevas todo esto? ¿Lees todos los comentarios que te ponen en los vídeos?

    – En otras redes sociales suelo leer casi todo. En Youtube, que es una jungla sobre todo cuando subes un vídeo, sólo leo las primeras horas tras actualizar el canal. Pero luego evito mirarlos. Algunas veces lo hago con la mente abierta de que me voy a encontrar insultos, comentarios machistas de todo tipo, sobre mi aspecto, etc. Sabiendo lo que hay, te creas una coraza y despersonalizas un poco cuando lees críticas sobre ti. Un troll anónimo de internet al principio me afectaba, pero ahora ya no.

    – ¿Has tenido problemas con el lobby de la homeopatía u otras empresas? Sé que te cancelaron un vídeo.

    – El vídeo de la homeopatía me lo tiró Youtube, supongo por la cantidad de denuncias recibidas. No se sabe quién denunció y me lo devolvieron a los diez días. En reportajes que hago saliendo a la calle, entrevistando a ponentes de congresos o similares, luego no se sienten a gusto con lo que nos han dicho y me denuncian el vídeo. Pero no he tenido más problemas. Lobbys y demás, que yo sepa no he recibido presiones directas. Evidentemente, sé que estoy en el punto de mira de muchas cosas pero no he recibido presiones directas. No soy tan relevante todavía (risas).

    – No serás relevante pero en una entrevista que te hizo este verano Gabriel Rufián decías que algunos profesores ponen tus vídeos en clase. Supongo que tiene que ser muy satisfactorio.

    – Muchísimo. La verdad es que es lo más halagador que alguien te pueda decir. Mi contenido no es educativo sino más bien para despertar las curiosidades, que se sigan informando y despertar un poco el pensamiento crítico. Pero que en clases de química pongan mis vídeos sobre homeopatía o que en clase de biología pusieran mi vídeo sobre Greenpeace es muy halagador. Creo que para el futuro está muy bien porque tenemos que trabajar conjuntamente educadores, profesores y divulgadores. Está muy bien que los profesores sean conscientes de esto. Al final los chavales ven un vídeo con bromas, memes y demás. Les hace gracia y se puede complementar para fomentar el interés por aprender ciertos temas. Sobre todo estoy pensando en divulgadores de física o biología que pueden despertar muchas pasiones.

    – ¿Cuáles crees que son los principales problemas en los medios de comunicación a la hora de divulgar pensamiento científico?

    – Hay muchísimos grandes periodistas científicos que hacen un trabajo divulgativo muy bueno. Pero es verdad que se incurren en malas prácticas. Vivimos en la esclavitud del clickbait y eso hace que se enfoquen noticias de determinada manera para conseguir clicks y espacios en las portadas. Se interpreta la información de una forma que no debería ser. Esto pasa muchísimo en el mundo de la salud o nutrición: descubre qué copa de vino equivale a una hora de gimnasio. Cosas así. Falta algo de responsabilidad con el público. Yo cada vez que veo una noticia me pregunto qué estudio hay detrás que lo corrobore. Y dónde se ha hecho, si en ratones, en cultivos, en humanos…Tratar bien las fuentes y de dónde vienen los estudios es algo que todavía estoy aprendiendo porque es muy difícil. Hay que analizar la metodología, quién lo financia. Hay muchos factores para ver si una evidencia es concluyente. Es uno de los problemas de las pseudociencias. Si quieres un estudio que avale algo lo vas a encontrar, aunque sea en una universidad de chichinabo.

    – Un tema sobre el que has hablado también y te han preguntado mucho es sobre feminismo. ¿La ciencia se sigue pensando en términos masculinos? ¿Cómo ves la posición de la mujer en este ámbito?

    "Cada vez hay más mujeres que se están atreviendo a dar la cara, a divulgar ciencia y a la exposición pública que eso conlleva"

    – Hay un campo abierto para las mujeres. Soy muy optimista. Cada vez hay más mujeres que se están atreviendo a dar la cara, a divulgar ciencia y a la exposición pública que eso conlleva. Es una gran noticia y se está acogiendo muy bien. Yo llegué en un momento a Youtube donde prácticamente todos los que divulgaban eran hombres. Éramos muy poquitas. Ser mujer fue un soplo de aire fresco para la comunidad y se me acogió muy bien. No creo que haya tenido ningún problema. El discurso que se alimenta del machismo que sufrimos, o lo mal que lo pasan las científicas puede ahuyentar a mujeres que se quieran animar a divulgar. Recibo muchos comentarios de chicas que me dicen que quieren empezar a hacerlo pero tienen dudas por si es horrible para ellas. Les digo que no tengan dudas, que haters van a tener, pero que no se tienen que amedrentar en hacer lo que les gusta. Si lo hacen con pasión y rigor van a tener las mismas oportunidades que un hombre. Prefiero siempre lanzar un mensaje positivo de que las chicas jóvenes se animen a hacer este tipo de trabajo pese a las partes malas que son evidentes.

    Publicado originalmente en Cuarto Poder bajo licencia CC BY 3.0 ES.

    domingo, 21 de julio de 2019

    50º aniversario de la llegada a la Luna (1969 - 2019)

    Esta semana se cumplen 50 años de la llegada del ser humano a la Luna, con la histórica misión del Apollo 11 en julio de 1969. Pero ¿todavía tienes dudas acerca del alunizaje? Te invitamos a leer los siguientes artículos publicados en este blog:

    - Los viajes a la Luna no fueron falsos (I) Este artículo analiza las fotografías relacionadas con la teoría de la conspiración, desmontando sus argumentos uno a uno.
    - Los viajes a la Luna no fueron falsos (II) Continuación del artículo anterior.
    - Otros argumentos y enlaces Análisis de otras cuestiones no relacionadas con las fotografías tomadas en la Luna, y una lista de enlaces a artículos similares desmontando la teoría de la conspiración.
    - ¿Extraterrestres en la Luna? En abierta contradicción con la teoría del montaje, también hay quien piensa que los astronautas vieron hombrecillos verdes en la Luna. En esta sección arrojamos un poco de luz racional sobre este asunto.
    - ¿Existen pruebas de la veracidad de las misiones lunares? Aparte de la extensa colección de fotografías y vídeos grabados en la superficie de la Luna, hay sólidas evidencias de la llegada del ser humano al satélite terrestre.
    - Respuesta a los 15 principales argumentos de Bart Sibrel Detallado artículo de Jay Windley, traducido al español, sobre las teorías de uno de los mayores impulsores de la idea de la conspiración.
    - La dificultad de falsificar la telemetría de las misiones Apollo La telemetría de las naves Apollo (los datos y las conversaciones emitidos por su sistema de comunicaciones durante las misiones) era captada por miles de radioaficionados que siguieron el desarrollo de cada misión con su propio aparato de radio.

    jueves, 18 de abril de 2019

    Catherine Nixey: “Los cristianos arrasaron el mundo pagano”

    Estatua de Afrodita dañada por el cristianismo primitivo y con una cruz en la frente (Art Institute Chicago)

    Un grupo de radicales, barbados y vestidos de negro, surgen del desierto. Se dirigen a Palmira y la emprenden a golpes con el templo de Atenea y sus estatuas. ¿Son terroristas de Estado Islámico en el siglo XXI? No, son fundamentalistas cristianos del siglo IV. Con ese relato del pasado, pero tan evocador hoy, comienza el polémico La edad de la penumbra. Cómo el cristianismo destruyó el mundo clásico (Taurus), de Catherine Nixey.

    Nixey, hija de dos antiguos religiosos, estudió Historia Clásica en Cambridge, se dedicó a la docencia y ahora trabaja en la sección de cultura de The Times. Esta historiadora reconstruye la destrucción física e intelectual del mundo clásico a manos de los seguidores de Cristo durante los siglos IV y V. Relata con estilo vigoroso cómo el cristianismo comenzó una guerra sin cuartel, ideológica, propagandística y sangrienta para acabar con otras creencias.

    La historiadora y periodista Catherine Nixey en Madrid (JORGE PARÍS)

    El paralelismo de esa imagen de Palmira con la actualidad es evidente…

    Te salta a la cara. No puedes leer sobre aquel periodo y no pensar en el momento de fanatismo actual. Como hoy, el fanatismo de aquella época se dio predominantemente en el norte de África y regiones como Siria; destrozaban el patrimonio artístico y lo celebraban. Eso sí, como hoy, algunos de aquellos que iban de santos aprovechaban esos ataques para robar, los celebraban emborrachándose… Aunque luego se blanquearan la piel para parecer más ascéticos. Otros aprovechaban para hacer negocio y revendían esculturas o las fundían para vender el material. Igual que ahora.

    Lo de religión perseguida por el imperio, ¿es un mito?

    Hubo varios momentos de persecución a los cristianos, es cierto. Pero el cristianismo en aquellos siglos fue mucho más perseguidora que perseguida. Y su persecución fue más salvaje y mucho más efectiva, de hecho. Los romanos no fueron totalmente tolerantes, pero permitieron que el cristianismo permaneciera. Tenemos testimonios que nos muestran a gobernantes imperiales que intentan convencer a los cristianos para que no se dejen matar. No era su propósito. Los cristianos, en cambio, arrasaron el mundo que ellos llamaban pagano.

    El primer emperador cristiano, Constantino, y su famoso edicto de Milán, ¿no fueron tan tolerantes como creemos?

    El edicto de Milán ocurrió, claro, aunque seguramente no es como nos han hecho creer. Pocos años después, hacia el 330, Constantino ya estaba condenando y ordenando destruir templos y esculturas de quienes no pensaban como él. Los ataques que cometió ahora nos parecerían impensables. Uno de los grandes logros de la Cristiandad fue implantar una idea: que pareciera ridícula que alguien creyera en otros dioses, cómo iban a creer los romanos en Júpiter, ellos no tenían creencias tan arraigadas y por eso no les costó nada abandonarlas… No fue así, lo que hizo Constantino fue una enorme desacralización de las antiguas creencias. Hay gente que lo califica como un tirano con mente de banquero. Me parece una descripción brillante.

    JORGE PARÍS

    Muestra cómo en apenas cien años, los cristianos pasaron de ser un 10% de la población del imperio a ser una gran mayoría. Dice que muchos se convirtieron por miedo…

    No digo que no hubiera gente que se convirtiera sinceramente: los cristianos eran muy persuasivos y aquella fe tenía su lado bueno. La religión romana necesitaba de templos, de lugares de culto, porque esa creencias necesitaban de actos, ritos, sacrificios. Si derribas los templos, reduces el número de ceremonias. Luego aprobaban leyes contra los paganos. Y hubo miedo, terror a la violencia contra ellos. Solo tienes que pensar en algunas frases de Agustín de Hipona.

    Los obispos, los líderes religiosos, conocían esas prácticas…

    Y las instigaban. San Agustín y san Martín decían que era la voluntad de Dios. No veían aquellos templos clásicos, ni siquiera, como algo bonito o estético. Eran obras de Satanás.

    También explica que no todos los cristianos eran así de beligerantes… ¿Era un movimiento violento o uno dirigido por radicales cuya importancia era mayor que su número?

    Creo que fue más lo segundo, pero realmente no lo sabemos. Es lo que provocó aquella efectiva destrucción. Fue generalizada y se dio en todos los rincones del imperio. No tenemos demasiadas pruebas fiables. Pero eso no era lo importante, ni los mártires o los radicales que destruían templos. Lo relevante fue que lograron volver la ley contra los que no pensaban como ellos. En 70 años ya no hubo marcha atrás. Te podían multar, matar, estabas en contra de la ley del imperio… ¿quién se iba a alzar contra eso?

    Fue el triunfo del cristianismo, pero un triunfo con el significado romano de la palabra…

    En inglés, y creo que también en español, se ha perdido ese significado completo. Ahora pensamos que es una victoria, sin más. Pero en aquellos tiempos, cuando se hablaba de triunfo se refería a una victoria militar total, violenta, agresiva: significaba que el enemigo había caído. Tiene sentido. Constantino era un militar: no se convirtió al cristianismo por su mensaje de amor, perdón y poner la otra mejilla. Era un asunto estratégico: tendré menos soldados, pero mi dios es más poderoso.

    ¿La mayor perversión fue cuando poder religioso y político se fusionaron?

    Sí, el monoteísmo aprovechó esa situación para imponer su creencia. Antes, en qué creía la gente no era tan importante en el imperio. Cuando esa pregunta se alinea con el interés del estado, se vuelve peligrosa.

    ¿Este triunfó inoculó en el cristianismo un virus de violencia y autoritarismo?

    San Agustín decía algo así: es mejor golpearles, porque les estás haciendo un favor. Les obligas por cualquier método posible a convertirse, porque todo lo que les vayas a infligir en esta vida es una nimiedad con lo que recibirán en la próxima. Si te comparas con la eternidad, ¡qué son cuatro palos! Solo un loco diría que prefiere no salvarse. Y como no se puede demostrar, ¿quién te lo va a rebatir? Y así hasta la Inquisición. Te destruyo para salvarte, ésa es la idea.

    Escribe que esta historia de violencia y triunfo es poco conocida, ¿es prueba del poder, aún hoy, de la Iglesia y la religión?

    Hasta el siglo XIX la Iglesia era el poder que controlaba la información y el conocimiento, sí. Pero hoy lo que sí perdura es la idea de que el cristianismo es básicamente mejor, o al menos menos mala, que otras creencias. Nadie quiere leer algo que vaya en contra de lo que le dicta el corazón. No es que nadie lo impida a día de hoy, son barreras mentales y personales. Es como que no haya apenas libros sobre las cosas negativas de Winston Churchill. Nadie lo impide, pero probablemente no sería un best seller.

    Póngase en el otro lado, ¿el triunfo del cristianismo no tuvo nada positivo?

    Por supuesto. Pienso en ese cristianismo en su versión más apaciguada y moderna, el del amor al prójimo, ¡cómo no va a ser eso bueno! Fíjate en la paradoja de los parabolanos: desollaron a Hipatia, pero también daban servicio de lo que llamaríamos hoy ambulancias gratuitas en Alejandría.

    El cristianismo también fue maestro en adaptar cosas del mundo clásico…

    La filosofía clásica por ejemplo. Los clásicos de la filosofía ahora son los que preservó la Iglesia. De alguna manera, es el ámbar que conserva el insecto. Estamos hablando de intelectuales que odiaban la cultura clásica y aún así la preservaron. Es un hecho bien conocido, aunque quedarnos solo con eso y no con la inmensa destrucción sería demasiado parcial.

    También aparece en su libro Juliano el Apóstata, el último emperador que trató de resistirse al cristianismo, un tipo muy curioso…

    ¿No te encantaría tenerlo de invitado en una cena? Era interesantísimo, expansivo, atrevido… Estaba completamente flipado. Alguien así de excéntrico es difícil que no resulte atractivo. Es el primer híbrido entre pagano y cristiano: trata de recuperar el paganismo, pero ya no es igual. Era una especie de monoteísta pagano: empezaba a sentir cosas cristianas, pero las quiso integrar en el paganismo. Trató de ser muy inclusivo, pero ya no había marcha atrás en ese proceso.

    ¿La moraleja de su relato para hoy podría ser el peligro de una agresiva minoría que desprecia el mundo anterior y lo transforma completamente?

    Sí, y es aterradora. Los discursos de los fanáticos siempre son apasionados, vibrantes, llenos de fuerza… Logran tal destrucción, entonces y ahora. ¿Cómo defiendes el liberalismo ante esos términos? ¿Quién se emociona con la democracia y el liberalismo frente a esos conceptos?

    Su madre es una ex monja y su padre un antiguo monje, ¿escribir este libro es un acto de valor personal?

    Supongo que sí. Lo que me ha dado mi familia es el poder de sorprenderme ante todo esto. Es una visión muy diferente de la que yo tuve en mi infancia; para mí resultó muy chocante darme cuenta de lo violentos y vehementes que habían sido los cristianos.

    Habrá recibido críticas y ataques de la comunidad cristiana…

    Sí, aunque está la cosa dividida, por un lado hay cristianos más liberales que les interesa conocer algo desconocido de su historia y luego hay creyentes que se sienten muy ofendidos. Mi suegra, es una mujer católica y fantástica, pero no hablamos de este libro. Nos hacemos los locos. Es como si yo hubiera hecho algo innombrable.

    Escribe que el cristianismo madurará y será “una religión más grande y fuerte” cuando admita la violencia y las manipulaciones hechas en su nombre “con fines terribles” ¿Es eso fácil?

    No lo sé. Esta mañana, aquí en España, un medio de derechas ha cancelado por sorpresa una entrevista que tenía pactada conmigo. El papa actual parece un tipo estupendo, así que ¿quién sabe?

    Publicado originalmente en el diario 20 Minutos bajo licencia CC BY 3.0 ES.

    sábado, 2 de marzo de 2019

    No puedes convencer a un terraplanista y eso debería preocuparte

    Por Javier Salas

    ''Negar que la Tierra es esférica es el caso más extremo de un fenómeno que define esta época: recelar de los datos, ensalzar la subjetividad, rechazar lo que nos contradice y creer falsedades propagadas en redes''

    Imagen de la Tierra tomada desde la Estación Espacial Internacional (NASA)

    Hay gente que cree que la Tierra no es una esfera achatada por los polos, sino un disco. Que la Tierra es plana. No es analfabetismo: estudiaron el Sistema Solar y sus planetas en el colegio, pero en los últimos años han decidido que todo eso de "la bola" es una gigantesca manipulación. Solo el 66% de los jóvenes entre 18 y 24 años de EE UU está plenamente seguro de que vivimos en un planeta esférico (el 76% entre 25 y 34 años). Es un fenómeno global, también presente en España, al que cuesta asomarse sin bromear. Pero al observar los mecanismos psicológicos, sociales y culturales que les llevan a convencerse de esta gigantesca conspiración se descubre una metáfora perfecta que resume los problemas más representativos de esta época. Aunque parezca medieval, es muy actual.

    Rechazo de la ciencia y los expertos, narraciones maniqueas que explican lo complejo en tiempos de incertidumbre, entronización de la opinión propia por encima de todo, desprecio hacia los argumentos que la contradigan, difusión de falsedades gracias a los algoritmos de las redes... Está todo ahí. "Es el caso más extremo, el más puro", resume Josep Lobera, especialista en la sociología de los fenómenos pseudocientíficos. Cada flaqueza o actitud de este colectivo está presente de algún modo en muchos de los movimientos políticos, sociales y anticiencia que han irrumpido en nuestros días.

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    domingo, 28 de enero de 2018

    Solo te creeré si me dices lo que quiero oír

    Por Michael Shermer

    ''Cuando los datos contradicen nuestras convicciones, solemos ignorarlos o manipularlos para adaptarlos a unas ideas preconcebidas. Así lo hacen los creacionistas, los antivacunas y los ‘conspiranoicos’ del 11-S''

     Supuesto avistamiento de un OVNI en Westall (Australia) en 1966.  Universal history Archive UIG (Getty)

    ¿Han notado que una persona siempre cambia de opinión cuando le presentan unos datos que contradicen sus convicciones más profundas? No, ¿verdad? Yo tampoco. Es más, da la impresión de que una persona cuando se le presentan pruebas abrumadoras en contra de lo que cree, se reafirma en sus opiniones. El motivo es que esos datos ponen en peligro su visión del mundo.

    Los creacionistas, por ejemplo, rechazan las pruebas de la evolución que aportan los fósiles y el ADN porque les preocupa que los poderes laicos estén comiéndole terreno a la fe religiosa. Los enemigos de las vacunas desconfían de las grandes farmacéuticas y piensan que el dinero corrompe la medicina. Eso les lleva a defender que las vacunas causan autismo, pese a que el único estudio que relacionaba esas dos cosas fue desmentido en su día y su autor fue acusado de fraude. Quienes defienden las teorías de la conspiración en torno a los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos se fijan en minucias como el punto de fusión del acero de los edificios del World Trade Center que hizo que se derrumbaran, porque creen que el Gobierno mentía y llevó a cabo operaciones encubiertas con el fin de crear un nuevo orden mundial.

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